Para que un tratamiento nutricional tenga verdadero éxito es necesario una modificación de los hábitos de vida, especialmente, de aquellos considerados poco saludables.
Realmente, no se trata de tener o no fuerza de voluntad, como nos han hecho creer. Es todo más complejo. Lo verdaderamente importante para afrontar un proceso de cambio es la motivación.
Y no me refiero al simple hecho de motivar a alguien. Nuestro paciente tiene que sentirse motivado para realizar este tipo de cambios “porque quiere” no porque le “empujan o motivan a hacerlo”.
Hay tres fases, según la teoría de la autodeterminación de Deci y Ryan, 1985:
- La desmotivación
- La motivación extrínseca
- La motivación intrínseca
Vamos a centrarnos en la motivación intrínseca, puesto que la extrínseca viene del exterior, es pasajera y se diluye en el tiempo.
Siempre debemos escuchar al paciente, saber el motivo real que le ha llevado a acudir a nuestra consulta, mostrarle su evolución, recalcar las grandes mejoras y los resultados conseguidos hasta el momento, etc.
Personalmente, me gusta que mis pacientes minimicen aquellos elementos de desmotivación, como pueden ser: La falta de tiempo, el sedentarismo, el hambre, las dietas aburridas y con alimentos insípidos, etc.
Debemos crear un entorno positivo en el que los factores anteriores estén controlados y tengamos la autonomía necesaria para tomar decisiones correctas.
Para ello, somos los nutricionistas los encargados de aportar el conocimiento necesario y las herramientas que permitan al paciente seguir un estilo de vida saludable. Todo ello acompañado de un cambio de hábitos que puedan mantenerse en el tiempo.